julio 27, 2006

Tenía los dedos marcados por el cuchillo. En ocasiones eran mayores los pedazos de piel que cortaba en la punta de los dedos. Hasta las uñas llegué a tajarme cuando cortaba. Una vez llegué a tener una cortada tan profunda que no cerró en semanas. Pero me encantaba cocinar. Así me divertía.
La papa en cuadros es azarosa, precisamente porque siempre conocía a alguien que lo hacia de diferente manera. Las hierbas eran interesantes de cortar. Lo verdaderamente interesante de cortarlas era su aroma: el del celeri, el cebollin, el Ajo porro y el Perejil, todo junto, es capaz de despertar unas cuantas papilas gustativas cuando comienza a hervir el agua. Sin duda, el ají dulce puede cambiar el sabor de el mundo, por eso es que creo que seguimos siendo uno de los pueblos más sabrosos, pues sólo el ají dulce puede cambiar la forma de percibir el mundo.
En mi casa nos gusta mucho cocinar con ajo. Es esencial tener el ajo en la casa ya pelado, varias veces ya rebanado o licuado, así es más fácil cocinar. Lo fastidioso es tener que pasar una tarde completa pelando cada uno de los dientes de ajo para después licuarlo. Pero todo ese trabajo se compensa cuando cocinas con las cosas ya lista. Lo ideal es que le pongas aceite para que se conserve.
Si me preguntas por que le pongo jengibre a la sopa es por culpa de uno de mis amores mas grandes. Ella me mostró el sabor y el aroma de jengibre, aunque no puedo negar que el tomillo, la pimienta y el laurel son inprescindibles.
Aquí es donde viene el toque maestro: Cubito Maggi. Pareciera que al que se le ocurrió semejante idea seguramente le dijo que estaba loco, que era una hereje, o que seguramente nadie le vio la utilidad cuando lo logró, pero sencillamente creo que es uno de los genios del siglo, junto al que inventó el queso fundido y el diablito.
Por otro lado, no existe mejor cosa que el fideo de arroz. Es un invento oriental maravillosos que cuando es cocinado se convierte en unas hilachas transparentes muy divertidas, además toman el sabor de cualquier cosa que toma.
El pollo es más difícil de tomar. En la casa odian arreglar el pollo en cualquiera de los casos. El despellejarlo, desmembrarlo, limpiarlo, picarlo y convertirlo en sopa no es una tarea agradable, pero en mi caso no es ninguna contrariedad.
El placer de cortar de nuevo, limpiar el abdomen y usar el cuchillo para separar los pedazos es una tarea tan agradable y oscura que creo que es la única razón que conozco por la que hacía sopa de pollo, de cortarme los dedos, de sangrar inclusive, de sentir el ardor en las heridas de las manos del limón con el que frotaba el pollo. En fin, de la servilleta empapada de sangre, quizás el ingrediente principal de mi sopa de pollo, la que despierta la animalidad voraz de mis súbditos que beben mi poción como pirañas hambrientas y sudorosas.

julio 25, 2006

julio 23, 2006

Es una costumbre pararme en las noches a las cuatro de la mañana a fumar y escribir, pero después de fumar no pude seguir con la rutina acostumbrada. Tenía a una mujer durmiendo en mi cama. No, no hubo sexo, como podríamos esperar de cualquier cuento de una mujer acostada en mi cama con mi ropa. Si, hubo otras veces, pero esta vez fue una de esas noches en la que uno habla y habla de cosas que verdaderamente importan.
Me volví a acostar y me puse a observarla con detenimiento. Era el lunar de su cuello, su cabello negro largísimo como nunca había detallado. A partir de allí, su silueta, su cadera pronunciada de siempre, su espalda perfecta, sus piernas cruzadas, sus medias… si, dormía con medias, un detalle que no se puede poner en una novela porque es demasiado preciso para que la gente se de cuenta de esas mañas.
Me levante y prendí otro cigarro y me senté en la butaca del cuarto para observarla con más detenimiento, y comprendí que después de tantos años siempre escribí sobre ella y no me había dado cuenta. Cualquier mujer tenía algo de ella, y no es que diga que todas las mujeres se parecen, sólo es que ella era una parte de cada una de las mujeres de las que escribía. Siempre tienen su carácter de luchadora, casi peleona; siempre tienen su sonrisa, casi escondida; siempre tienen su verbo, sus expresiones, su condición de mujer que solo la definen a ella.
Es que uno nunca piensa en los personajes que uno construye. Siempre se parecen a alguien que uno conoce, a veces se parece a mucha gente, otras no son nadie preciso, sino que se arman con frases de aquí y allá, dependiendo del momento, pero ella… ella es una especie de rompecabeza, que sin que ella lo sepa, estoy acostumbrado a armar y desarmar a gusto y sin conciencia.
Hoy, esta noche, ella es la protagonista de mis historias. Ella, sin quererlo, es la versión moderna de una canción de los Ángeles Negros, un libro de poemas que siempre escribí pensando en ella. Ella es aquella sensación que sentí cuando termine de leerme Piedra de Mar. Ella es hoy una mujer vestida con mi ropa, en mi cama, durmiendo como un tronco, porque hay que ver que nada la despierta. Ella es la que siempre está, de alguna manera, presente en todos mis cuentos, novelas, guiones, en mis canciones, en mi guitarra, en mis palabras de la mañana cuando despierto.
Creo que me he equivocado un poco en los casting y la producción se la pasa aceptando como mulas las cosas como vengan, pero siempre adoran a la palabra hecha mujer, a esta mujer que es todas mis mujeres de escritor, y que hoy tengo en mi cama, más admirada que nunca, durmiendo como de costumbre.
A veces quisiera decirle que la amo, pero para ella esas palabras suenan muy grandes y para mi son muy cortas, aunque ambos sabemos el peso semántico que tienen en nuestros contextos, y le tenemos miedo a esas cosas ciertas porque sabemos que las palabras hacen cosas, cosas que aún no sabemos como mencionarlas y qué tan comprometidos estamos con esas palabras.
Al final, lo único que sé es que ella no es la protagonista de mi novela porque nunca se me había ocurrido. Cada vez que aparece en escena, es la mejor escena del capítulo de mi vida. Esta vez le toco dormir en la escena con mi ropa prestada, con mediecitas, con el cabello largo y negro, impregnando de su perfume mis almohadas y dándole forma a mis sábanas con su cadera.
Prendí la computadora y comencé a escribir lo que podría ser una novela de una mujer que, aunque no lleve su nombre, ella sabrá -quizás nadie más lo sepa- que la protagonista es ella.

julio 20, 2006



Negro simpático y cariñoso busca dama con muchas ganas de vivir la vida plenamente, que le guste la lectura, la montaña y la buena cocina tradicional y casera. Es necesario que tenga el alma aventurera, que no le importe mojarse cuando llueve, que la tierra en los zapatos sean parte de la vida cotidiana, que no le importe si es demasiado temprano para salir a comprar verduras en el mercado chino del bosque ni que le preocupe llegar tarde a su casa por quedarse viendo comiquitas un sábado en la noche, que este intentando dejar de fumar sin lograrlo y que no le caiga mal una cerveza de vez en cuando.
Es importante que aunque no sea víctima de la moda le guste vestirse bonita, que les guste los centros comerciales, a si sea ver lo que se esta vendiendo en la calle para ir los domingos al cementerio, porque no es tan ingenua para comprar las cosas con sobreprecio.
Importante: que sea poco creyente, pues los asuntos de la fe son las que traen muchos problemas.
Que sepa manejar aunque no tenga carro, que odie los carritos por puesto, que sea de la generación metro aunque lo deteste. Que le guste el cine aunque nunca vaya porque le da fastidio ir sola, que le encanten los autocines aunque hayan desaparecido del planeta y le guste ir a ver películas de autor en los ciclos de cine europeo. Que sin tener tiempo para verlo en temporada, tenga la cordura de comprar la película quemada y verla un sábado en su casa.
Que le guste mucho la música… que le guste el rock, el ska, la música clásica y la música venezolana, que le guste la música electrónica y le guste bailar merengue y salsa. Por favor abstenerse violinistas, siempre se creen las divas y son muy enrolladas, las saxofonistas y las flautistas son maravillosas porque le ponen el alma a todo lo que hacen, las pianistas tienen la clase que sólo Dios (si es que existe algo superior a uno) pueda poner en una mujer con dedos largos.
Que le guste hacer el amor en las tardes y tener sexo de vez en cuando. Quizá lo más importante es que le guste caminar agarrados de las manos al mismo paso y que sepa apreciar un cumplido por la mañana y que no le importe besar sin lavarse la boca, por que a fin de cuentas, el amor es el mismo…
Que me obligue a ir a su casa los miércoles a cenar a su casa y que las fiestas familiares sean importantísimas. Que adore a mi hermana, que joda con mi hermano y que le guste mis dos perros, sobre todo al viejo y amargado, y es muy difícil de convencer de que la gente nueva es gente buena.
Definitivamente que sea una mujer para pasar toda la vida, que no sea, como decía una persona a la que solía querer mucho, una mujer perfecta, sino que tenga los defectos mas encantadores que existan.

Atentamente
Quien suscribe…